Mes: septiembre 2022

Sobre libro: El infinito en un junco, de Irene Vallejo.

Una epifanía. Luz que sale del interior y resplandece. Conectarse con el mundo interior, hallarse uno mismo o al menos estar convencido de hacerlo, mientras se comprende mejor el mundo exterior. Un libro puede hacer eso, uno de los inventos como los cisnes negros, improbable en sus inicios, imprescindible en su evolución. El infinito en un junco es una obra pasmante, necesaria en la biblioteca, es un «tour de force» en torno a la cultura, que refuerza ese mensaje atemporal de Carl Sagan que cuando la naturaleza ya no pudo seguir modificando los cerebros para el aprendizaje de lo externo, entonces surgieron los libros, modos de acumular información, como en el escrito sumerio donde las ovejas de Werwesios son viejas y feas (que alguna vez encontré para Cerebro, mente y conciencia – Un enfoque multidisciplinario) y fueron transformándose de patito feo en ese soberbio cisne portador de cultura.

El infinito en un junco es una narrativa que se podría llamar vigorosa, porque conjuga el estilo azoriano de describir en pocas palabras lo clave, al mismo tiempo que toca fibras profundas. En muchos párrafos uno puede quedar perplejo, como aquellos griegos que fueron a escuchar la obra teatral Las Troyanas, del inmortal Eurípides y en lugar de encontrar un encomio militar a los vencedores, se encontraron con las palabras de Hécuba de Troya, relatando como poco a poco el mundo que conocía iluminaba su cara con las llamas de la destrucción, antes de ser esclavas de los vencedores. Poema que tristemente sirvió de homenaje a las madres y viudas de Sarajevo…. Porque como relata Owe Winkstrom en el Elogio de la lentitud, la civilidad y la barbarie coexisten y es muy tenue la frontera que separa a una de otra. Hacía rato no escuchaba la palabra retales, el libro amalgama retales de muchas obras maestras a lo largo de los siglos, que afortunadamente han sido la buena obra de muchos otros.

Sigue vigente como siempre, que tenemos más perspectiva en muchas cosas porque vamos a hombros de gigantes. Y es también una lesa humanidad, cometida tantas veces, cuando esa conexión a la noosfera, a ese rico mundo de ideas que permite la evolución humana, cuando un libro es quemado, cuando una biblioteca es atacada con fuego, con obuses.

Si los inventos se miden por parámetros de persistencia en el tiempo, impacto social, reconocibilidad, los libros tipo códice tienen un lugar destacado en el podio. Hacia un buen tiempo había pensando en una librería de Boston, que eso pudiera ser lo más parecido al paraíso en la Tierra, sensación parecida al estar en la Biblioteca Laurenciana de Florencia, viendo esos magníficos tomos con sus ilustraciones y sus letras floridas, sus notas marginales o al estar también en la librería de antigüedades llamada «Quevedo» en el barrio Chapinero en Bogotá, donde igualmente uno puede comprobar en primera persona que los libreros y los dependientes son seres en y para la cultura.

Si se puede añadir una bienaventuranza, después de leer este libro, sería la de «bienaventurados los lectores, porque ellos se conocerán a sí mismos».